El mismo Jesús se proclamó Pastor Rey, pues los reyes se consideraban Pastores y guías del pueblo: "Yo soy el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas" (Jn 10,11).
El pueblo comprendía perfectamente que en el pastor que caminaba delante de su rebaño, tenía la seguridad de ser apacentado, dirigido, defendido, conducido y protegido por una sabiduría y un poder superiores. En una palabra, veían a Dios su Creador y su Señor, conductor y guía de su pueblo, con su providencia a su servicio y su amor fiel e incondicional que lo dirigía con poder.
El día Domingo 21 de noviembre celebramos la solemnidad de Cristo Rey, en el que se nos invita a renovar nuestro amor y nuestra total adhesión a Jesucristo. En este día recordamos que no somos cristianos «por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona»; y este encuentro diario con Cristo es lo que da un nuevo horizonte a nuestra vida y, con ello, una orientación decisiva.
Le agradecemos a Dios la oportunidad de celebrar a Cristo Rey y pedirle que Él siempre reine en cada momento del día, ayudándonos a pensar, hablar, actuar y amar como Él, según su corazón. Por eso le pedimos siempre que venga su Reino, para que el llene de paz y de luz cada rincón de nuestras personas.
Le agradecemos a Dios la oportunidad de celebrar a Cristo Rey y pedirle que Él siempre reine en cada momento del día, ayudándonos a pensar, hablar, actuar y amar como Él, según su corazón. Por eso le pedimos siempre que venga su Reino, para que el llene de paz y de luz cada rincón de nuestras personas.
Con esta fiesta culmina cada año la Liturgia de la Iglesia el curso seguido en torno a Jesús, para significar que El es el centro y la vida, "el Alfa y la Omega, , el Principio y el Fin" (Ap 21,6), el Revelador del Padre, por ser la imagen visible de Dios invisible, el primogénito de entre los muertos, la Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia, el primero en todo, el receptáculo de toda la plenitud y el reconciliador y pacificador de todo, por la sangre de su cruz, Colosenses 1,12.
Esta fiesta de Cristo Rey nos invita a meditar sobre este aspecto fundamental de nuestra vida cristiana. A todos nos conmueve el testimonio de tantos hombres y mujeres, como de otras realidades eclesiales, que han logrado forjar un sólido hábito de oración y que son para todos nosotros un ejemplo vivo de la pureza del alma que está unida a Cristo. Ese trato asiduo, constante y delicado con Cristo en la oración y en la Eucaristía, ha sido para ellos y para sus familias el remedio más eficaz contra todas las enfermedades del cuerpo y del alma.
La oración es el lugar donde estos grandes apóstoles han conquistado sus mayores éxitos en su servicio a la Iglesia, profundamente convencidos de que, con Dios, todo se puede.
Recordamos el testimonio de Juan Pablo II y los largos ratos que pasaba ante el Sagrario. Eso nos hace preguntarnos de dónde sacó las fuerzas para realizar lo que parecía imposible, para nunca tener miedo, para guiarnos a todos nosotros. De dónde nacieron tantas iniciativas, las jornadas mundiales de la juventud, los encuentros de diverso tipo, su sabiduría y decisión cuando cayeron los muros que cambiaron la situación del mundo.
Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia ha profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.
Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No es justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él. -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley está por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios.
Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No es justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él. -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley está por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios.
La parroquia de San Antonio festejo esta gran fiesta recorriendo con el Santísimo en procesión por las diferentes calles de la comunidad y después concluir con la Misa.
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